Opinión: Gracias David

No hay casualidades en la medalla de bronce conseguida por David Valero en los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020.
Opinión: Gracias David Valero
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autor mtbpro Antonio Del Pino
autor de las fotos Silvia Fernández (BH Templo) / Photo Gómez Sport (RFEC)

fecha29/07/2021


Querido David:

Pocas veces nos hemos quedado un día con su noche entera preparando un contenido con tanta alegría e ilusión, pero nos resultaba impensable cerrar el último número de MTBpro sin dedicarte un espacio en forma de homenaje y agradecimiento.

En nuestros corazones, David Valero ya era un corredor ganador, disciplinado, humilde, accesible y con un talento físico fuera de lo común. Un deportista con un perfil psicológico poco frecuente, templado, valiente y con una capacidad de aprendizaje asombrosa. Algo absolutamente imprescindible para estar sólidamente en la élite año tras año con todos sus momentos, buenos y malos.

Esas cualidades y una indescriptible cantidad de trabajo de por medio te llevaron a la salida de los Juegos de Tokio 2020, aunque la carrera haya sido en 2021. Hoy ha sido con tu fe y la creencia en ti con lo que has escalado gloriosamente hasta la cima más alta que se puede alcanzar en tu oficio: el Olimpo del XCO. Esa puerta se abre cada cuatro años, sólo entran tres y se cierra hora y media después.

Carlos Coloma lo vio claro, te conocía en la intimidad deportiva más profunda, esa en la que se ve sin filtros a la persona que tienes al lado, cuando el dolor y la extenuación máximos ya no dejan lugar a imposturas ni superficialidades. Tuvo claro que tú debías ser la persona que diera continuación a su legado, previamente heredado del maestro Hermida.

Honesto e inteligente como siempre, Carlos centró su descomunal fuerza vital en ocuparse de que no os faltara de nada, para que pudieras poner el foco en un objetivo sólo al alcance de unos pocos tocados por la divinidad.

 

¿Serías tú? Ni tú ni nadie lo sabia, pero si había alguien lo suficientemente loco como para atreverse a intentarlo juntos, era con él. Elegiste bien, Carlos.

A las 8 de la mañana Jofre y tú nos teníais a todos reunidos en casa, delante de los móviles, ordenadores y televisores. Bicicletas impecables y personalizadas para la ocasión. Parrilla limpia y ordenada. Caras de circunstancias del primero al último.
En los Juegos no están todos, pero sí están los mejores. Con la presión adicional de ser conscientes de que en esa prueba y en ese instante los observa el mundo entero, con todos los aficionados y expertos, más los muchos millones que siempre pasan por ahí. Saber que todo el planeta te está mirando no es un tema menor sea para lo que sea, más aún si es para salir a escena y pedalear hasta colapsar el cuerpo.

Circuito rápido y polvoriento, muy televisivo y posiblemente una de las creaciones artificiales más vanguardistas y por momentos aterradoras de todos los tiempos, que deja como un paseo por el parque aquella primera edición de Atlanta 1996, en la que venciera el gran Bart Brentjens. Será por vuestra similitud de físico, largo y espigado. Es posible que en cierta manera se vea a él mismo en el pasado, arrastrando desarrollos largos entre tanto atleta compacto y de cadencias híper revolucionadas,  pero en cada una de las retransmisiones en Red Bull TV, el holandés siempre aprovecha la mínima oportunidad para nombrarte. No puede ocultar cierta querencia por ti y seguro que también aplaudió de lo lindo al verte triunfar como lo hacen los más grandes.

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Llegó esa calma insoportable que si se alarga diez segundos más te puede hacer enloquecer. Todos con el pulso por las nubes y entonces sucedió. El disparo de salida siempre acaba con las suposiciones y con las cuentas mentales, con las  propias y las ajenas.   Salisteis como flechas por la recta de asfalto para hacer un pelotón de dos puntas. Con las suspensiones bloqueadas, curva a derecha, otra abierta a izquierdas, desbloqueo y de ahí a la campa japonesa.

Polvareda, primer paso de piedras… y desconcierto.

Como espectadores no somos conscientes de lo crueles e irrespetuosos que podemos llegar a ser porque, si resulta decepcionante ver a la primera de cambio a nuestro representante intentando hacerse hueco mientras avanza caminando entre los últimos puestos…, no quiero ni pensar lo que tenía que haber en ese momento en tu cabeza.

David Valero compitiendo en Copa del Mundo

La diferencia entre un campeón preparado para ser el mejor el día y a la hora marcados frente a un campeón que no está listo es que, incluso aunque las expectativas sean muy altas y en un instante el plan se tuerza por completo, el campeón real, mientras quede un resquicio de posibilidades, no contempla ninguna otra posibilidad que no sea seguir luchando.

En el décimo minuto de prueba Van der Poel caía a plomo desde lo más alto. La escena se repetía una y otra vez, desde todos los ángulos y a todas las velocidades posibles de frames por segundo. En esos minutos de desconexión con tu carrera hiciste exactamente aquello con lo que te habías comprometido, sacarles hasta la última gota a tus piernas, a tu BH y a tu corazón granadino.  Pedaleabas todo lo rápido que podías sin perder la concentración en un circuito vivo y cambiante en el que de salida se definían las habilidades técnicas contemporáneas, pero que a medida que lo ibais degradando, empezaba a entrar en juego el instinto natural, el de la supervivencia sobre una bicicleta de montaña.

Podrás leer muchas historias sobre tu hazaña. Algunas hablan de alineación de los astros y nosotros sabemos que no se lo tendrás en cuenta. Primero, porque sabes mejor que nadie que las carreras se definen con la actitud y con el resultado en meta. Cuántas veces habrás sido el mejor indiscutible y te has quedado mirando al otro lado de la cinta por caprichos del destino. Estas personas hoy tienen que aparentar saber más que nadie de mountain bike olímpico, mañana de bádminton y al siguiente de tiro con arco, pero ten por seguro que, aun con todo su desconocimiento y torpeza a la hora de verlo, entenderlo y contarlo, también se alegraron.  

No hay casualidad en un deportista consolidado que llega a los Juegos Olímpicos como campeón de España, con todo un nombre labrado en la Copa del Mundo y, de carambola…, tampoco se remontan 17 puestos del tirón para acabar calcinándole las piernas cara a cara a toda una leyenda viva como Nino Schurter. Al trastabillarte en esa ultima y polvorienta herradura se produjo un grito planetario. Encajaste la cala y de nuevo saliste como un misil a por tu sueño.

David Valero entrando en meta en los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020

Y entonces entraste en meta. 

Llorabas como un hombre… y no lo hacías solo. Puedes estar seguro de que tu emoción fue ampliamente compartida por propios y extraños.

Te lo agradecemos ahora más que nunca porque en esta gran familia a la que representas con el maillot de España hacía tiempo que no lo hacíamos de alegría. Esa preciada medalla es tuya, disfrútala y lúcela con orgullo, no sólo por el monumental hito deportivo que supone, sino porque por muchos años que pasen siempre podrás estar seguro de que un día de julio en 2021, cuando más difícil era y a solas con los mejores entre los mejores, conseguiste que tu país saltara, gritara y se abrazara de alegría gracias a ti.

Sí, David, gracias a ti.

David Valero con la medalla de bronce conseguida en los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020

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