Revoluciones del MTB (I): Pedales automáticos
Normalmente las invenciones que resultan ser un éxito y, como en este caso, revolucionan la historia de un deporte, no surgen de repente de una idea feliz, sino que han sido resultado de muchos experimentos anteriores, unos con mayor y otros con menor acogida. No está claro cuál es el factor determinante, pero lo que sí es seguro es que llega un momento que todo encaja y se produce el cambio.
En cualquier caso siempre nos encontramos algo en común en todos esos avances, el rechazo inicial a todo elemento que sea nuevo y que rompa con lo que existe hasta ese momento. En toda revolución ha ocurrido esto, y es normal que cueste aceptarla de primeras.
Ha ocurrido con todo y, por supuesto, con los pedales automáticos, la primera de nuestras pequeñas, o grandes, revoluciones.
La gran revolución
Sin duda, los pedales automáticos han supuesto la gran revolución, junto con las suspensiones, en la historia del mountain bike. Como decíamos antes, no faltaron reticencias, que si a ver si no me va a salir la cala, que si esto es solo para carreras, que con los rastrales ya me vale... Pero finalmente la lógica se impuso, ya que el uso de los pedales automáticos aporta muchas cosas a la práctica de nuestro deporte favorito.
Para empezar, nos ofrecen un incremento de la eficacia de pedaleo. Y es que está demostrado que el pedaleo más eficiente es el llamado pedaleo «redondo», técnica por la cual se realiza un movimiento lo más suave posible, empujando y tirando del pedal en todo el ciclo completo de pedaleo. Gracias a ir enganchados, nos ayudamos tanto de los cuádriceps como de los isquiotibiales. Además, el pie va sujeto en la posición más efectiva, el centro del pedal, transfiriéndose la potencia de la pierna a la biela de la mejor forma posible.
Por otro lado, los pedales automáticos nos proveen de un mayor margen de seguridad, comparado con los antiguos rastrales en los que el pie se quedaba «atado» al pedal. Con el automático, es posible desengancharse con un simple gesto de rotación, que una vez interiorizado, se realiza intuitivamente sin ningún peligro de quedarse enganchado. Incluso en caídas, lo normal es que la cala se desenganche sola del pedal. Y por otro lado, respecto a los pedales de plataforma, evitan que el pie pueda resbalar sobre el pedal, evitando también situaciones de riesgo. Como ejemplo, en las subidas más empinadas, te puedes poner de pie, dejando caer el peso sobre los pedales sin miedo a que el pie resbale.
Otro gran aporte, es que también nos proporciona un mejor control sobre la bicicleta. Bien es cierto, que muchos puristas defienden que lo mejor son los pedales de plataforma para controlar la bicicleta, y es cierto con la técnica adecuada. Sin embargo, no todos somos Danny MacAskill y la verdad es con los pedales automáticos es más sencillo tener un buen control sobre los movimientos de la bicicleta en situaciones complicadas como saltos o trialeras sin miedo a que el pie se nos escape del pedal.
Los pedales automáticos ofrecen un incremento de la eficiencia de la pedalada, más seguridad y un mejor control sobre la bicicleta, al menos a los que no somos Danny MacAskill
Y por último, aunque no menos importante, el pedal automático mejora también la comodidad en nuestras rutas. A la larga, ir enganchado, con una suela de zapatilla rígida, sin que se clave el pedal, y con la ligera libertad de movimiento que suelen tener para proteger nuestras rodillas, es más cómodo que ir fijado al 100% con los rastrales o colocando el pie continuamente si vamos con pedales de plataforma.
Pero también tienen sus pequeños inconvenientes: es necesario utilizar zapatillas específicas, no valen cualquiera para ponerles calas y luego, a no ser que cuenten además con una plataforma (también los hay), usar ocasionalmente la bicicleta con zapatillas normales en caso de necesidad es una tarea complicada porque el tamaño de estos pedales suele ser bastante pequeño y no precisamente plano.
Un poco de historia
Pero hagamos un poco de historia. Cómo surgieron los pedales automáticos. En las primeras bicicletas los pedales consistían únicamente en una plataforma unida a un eje. Con el tiempo, se vio que la eficiencia de la pedalada aumentaba si los pies se mantenían unidos a los pedales. Los primeros sistemas para conseguir esto fueron rudimentarios, los conocidos rastrales, unas correas ajustables que sujetaban el pie al pedal. Sin embargo este sistema no carecía de peligro, ya que si se apretaban lo suficiente para transmitir toda la fuerza al pedal no era nada fácil sacar el pie en caso de tener que parar.
Desde 1895 hubo varios intentos de conseguir un sistema automático de enganche/desenganche con el pedal. Sin embargo, no fue hasta 1984 cuando la marca francesa Look desarrolló lo que a la postre sería la mayor revolución en el mundo del ciclismo: los pedales automáticos. Concretamente fue el francés Jean Beyl el que consiguió desarrollar unos pedales con un anclaje inspirado en las fijaciones que ya existían para esquí. Con estos pedales, Bernard Hinault ganó el Tour del 85, momento a partir del cual su uso comienza a extenderse entre los profesionales y posteriormente entre los aficionados.
Pero en el mundo del MTB, quien de verdad ha extendido el uso de los pedales automáticos ha sido Shimano. Con su estándar SPD (Shimano Pedaling Dynamics) consiguieron un sistema que convenció y, con mucho, es el más usado hoy día.
El SPD se introdujo en 1990 y supuso una auténtica revolución porque hasta entonces lo que se usaba era o los rudimentarios rastrales o modelos de carretera. La principal novedad que introducían los SPD era que la cala era más pequeña y se podía encastrar en la suela de la zapatilla sin que sobresaliera de los tacos, de forma que por fin se podía caminar de forma cómoda con zapatillas preparadas para usar con pedales automáticos.
Además, los pedales tenían dos caras de enganche, algo bastante útil en el MTB, donde es habitual tener que sacar el pie de vez en cuando ante algún imprevisto. De esta forma, se facilita la tarea de enganche al no tener que buscar la cara con enganche. También contaban con la ventaja de aguantar mejor el barro y su construcción metálica le proporcionaba gran resistencia al desgaste.
Tipos de pedales
Hoy tenemos a nuestra disposición varios tipos de pedales automáticos en función del sistema de fijación: SPD, Crankbrothers, Speedplay, Time y Look.
Los de tipo SPD (Shimano) constan de una pequeña cala en la zapatilla y un mecanismo de bloqueo con resortes en el pedal. Son los más extendidos, fiables y permiten regular la dureza de calado, pero su principal desventaja es el funcionamiento con barro, donde es difícil volver a encalar la zapatilla una vez que pisamos sobre el barro y este se acumula en la cala.
Los pedales CrankBrothers tienen su propia cala, mejoran en barro y ofrecen mayor libertad de movimiento de la zapatilla. Además cuentan con 4 caras de enganche, por lo que es fácil encontrar la cara donde enganchar la cala. El inconveniente es que no disponen de ajuste de dureza.
Los Time y Look son muy parecidos a los CrankBrothers en cuanto al sistema de fijación, aunque solo con dos caras en vez de cuatro. También van muy bien con barro y ofrecen más superficie de contacto que los CrankBrothers.
Finalmente, Speedplay cuenta con su propio sistema de fijación, bastante distinto a los que hemos visto hasta ahora. En este caso, el sistema de sujeción va en la cala, y por lo tanto en la zapatilla. Por su parte, el pedal es muy simple y ofrece dos caras de enganche. Su principal ventaja siempre ha sido la gran libertad de movimiento que ofrecen, siendo especialmente indicados para todo aquel que sufra problemas de rodilla. El mayor inconveniente es el tamaño de las calas, que hace que no todas las zapatillas sean compatibles con este tipo de pedal.
Sin miedo
El hecho es que, salvo en el caso de aquellos que directamente aún tienen miedo a ir sujetos y el de los que tienen una buena técnica y los prefieren para hacer DH, trial o enduro, hoy día los pedales automáticos son un elemento casi obligado en cualquier bicicleta de montaña.
Es normal que todo aquel que nunca los ha usado se sienta inseguro hasta que no adquiere el movimiento automático para soltar el pie, es fácil mantenerse enganchado y sufrir una posible caída. Pero es solo cuestión de un poco de práctica. Por otra parte, pocos de los que han probado y usado un tiempo los pedales automáticos, han vuelto a las plataformas. El que los prueba y se acostumbra ya «no sabe» montar sin ellos.
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