La desbrozadora humana: un rasguño, una lección

No importa si sales para 30 minutos o 3 horas, sal siempre preparado y equipado, por lo que pueda pasar. En esta ocasión aprendí que un rasguño es una sabia lección
facebook
Twitter
Whastapp
Juan Ochoa

13/06/2017


Una tarde de primavera. Una hora para la puesta de sol. Nivel de batería de mi e-bike: ¡óptimo! Nivel de adrenalina y motivación: ¡a tope! Acabo de llegar a casa, qué mejor recompensa a un largo día de trabajo en la gran urbe que "desfogarme" aprovechando el tardío ocaso primaveral. Sin pensarlo dos veces, ya estoy cambiado y listo para salir…

¿Una hora? No voy a beber, no voy a pinchar (tubeless) y nada me va a pasar… dejo mi mochila Camelback y me voy “libre de cargas” más allá de la batería, ¡claro! ☺

Salgo como perro encerrado y enfilo la primera subida que se cruza en mi camino con el único fin de ganar altura y disfrutar de, al menos, una “bajadita tardía”. Tras recorrer unos metros siento que la rueda trasera va un poco baja, lo dejo pasar, total son solo cuatro pedales lo que voy a dar...

La vegetación exuberante y frondosa, como respuesta al brusco cambio de estación que solemos tener en Madrid, se manifiesta a cada pedalada que doy.  El caleidoscopio multicolor es espectacular, rebosante de vida, incluidos esos insectos que, de forma accidental, forman parte de nuestra nutrición.

Disfruto a tope y  me dejo llevar, al final he ganado bastante altura, muchas más de la estimada cuando salí de casa. ¡E-motivado! Me he aventurado más de la cuenta.

Ups, siento que la rueda trasera ha perdido una pizca más de presión pero mantiene la compostura.

Última bajadita, un sendero estrecho y serpenteante, no muy técnico pero sí rápido y muy divertido, qué mejor que acabar el día bajando por él. La noche cae pero mi ánimo sigue intacto.  ¡¡Vamos a bajar!!!

En las primeras curvas lentas fuerzo más de la cuenta con el fin de afianzar el tren trasero de mi e-bike, la rueda aguanta, me dispongo a afrontar una larga recta entre arbustos tan crecidos que se parecen más a los rodillos de un túnel de lavado. Mi velocidad aumenta al igual que mi descarga de adrenalina, todo va genial… y Zazzp!!!

Trallazo de la parte trasera, un pedrolo oculto en el camino, me descoloca y me saca, no solo de la trazada sino del sendero. Sin descabalgar, sigo aferrado a mi manillar y comienza mi andadura “fuera de pista” a la misma velocidad con la que bajaba… no veo nada, mis ruedas plus parecen cuadradas, apenas me sostengo con la vibración que me llega del suelo y las frondosas ramas de los arbustos se quiebran a mi paso.

Me acabo de convertir en una auténtica desbrozadora humana desbocada y sin control. Quizás recorrí 6 metros, pero os aseguro que se me hicieron eternos. Sabía que, en tales circunstancias, la caída era inminente; sin soltar el manillar aguardaba el momento en el que salir catapultado sobre él y aterrizar quién sabe dónde.

Tras estos interminables metros, logré reducir velocidad y saltar, de forma voluntaria y controlada (cual especialista de cine) por delante del manillar.  Di tres pasos y me mantuve erguido.  Uffff... desconcertado, caminando por mi propio pie, me siento en una piedra del camino que parecía estar puesta para la ocasión. Ateo practicante declarado, miré al cielo (oscuro ya en ese momento) y di gracias a Dios.

No entendía nada, no me había caído, algo no cuadraba, me había salido del sendero, había sobrepasado por cuanto arbusto, planta, y vete a saber si algún conejo despistado y solo unos rasguños en mi brazo evidenciaban la poda incontrolada de acababa de acometer. Menos mal que la frondosa vegetación pudo más que mis “cuchillas” y el impacto ecológico fue insignificante, no así el que se produjo en mi ser, ¡¡¡qué susto!!!

Tras recobrar la conciencia más que el aliento, me levanté, me acerqué a la e-bike y…. volví a casa a muy baja velocidad.

Moraleja: no importa si sales para 30 minutos o 3 horas, sal siempre preparado y equipado por lo que pueda pasar. Si hubiera llevado mi bomba, habría hinchado la rueda y, quizás, no estaría ahora escribiendo esto.  Eso sí, me ha quedado más que claro que hasta para ir al baño, siempre el kit de herramientas preparado... y, no está de más, un botiquín.

¡Lección aprendida!