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¿Cuál ha sido el plan perfecto de este verano? ¿Playa o montaña?... me quedo con un DH urbano, sus escaleras, saltos, wallrides... y ese ambiente festivo y relajado que se vive en las calles.
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En verano hay a quien le gusta desconectar y perderse entre las juergas nocturnas de los miles de garitos repartidos por toda la geografía, hay otros que madrugan para plantar la sombrilla en una playa en la que probablemente llegar al agua a medio día sea más difícil que envolver una bici para regalo, o aquellos que aman la naturaleza y dedican su tiempo libre a hacer cumbres en nuestras maravillosas montañas. Todo es perfectamente respetable, pero hay a quienes les mantiene vivos seguir conectados con nuestro deporte y la competición para, aunque parezca una contradicción, desconectar de las carreras de temporada.
Desde hace ya unos cuantos años he venido corriendo descensos urbanos, un apéndice de las carreras de descenso tradicionales, pero con la peculiaridad de ser en núcleos urbanos. Escaleras, saltos, rampas artificiales, wallrides, etc., forman parte del recorrido de estas carreras que rompen por un par de días la monotonía de un pueblo o una ciudad para dar paso a bicis de largo recorrido que bajan a toda velocidad en busca del mejor tiempo.
Mi primer descenso urbano fue el Lisboa Downtown, uno de los eventos más importantes que se han celebrado hasta la fecha si hablamos de esta disciplina. RedBull se encargaba de llevar a esta carrera a los mejores corredores internacionales del momento, dándose cita nombres como el de Steve Peat, quien ganó varias ediciones, Sam Hill, Dan Atherton, Greeg Minnaar, Cedric Gracia, Jared Graves, Jill Kinter, Anneke Berteen... y así hasta 70 corredores que acudían por invitación a intentar llevarse los suculentos premios en metálico que la organización tenía para los vencedores. Una carrera montada por todo lo alto con unos medios hasta ese momento nunca vistos.
Recuerdo que en una de las ediciones, antes justo de dar comienzo la primera manga, el político de turno, no recuerdo exactamente qué cargo era, pero seguro que era un pez gordo, vino a inaugurar oficialmente la competición frente a toda la prensa allí congregada. Con su traje y corbata se subió en una bici y tras saludar y sonreír a los medios, se tiró por uno de las rampas que había en el final del circuito donde estábamos cientos de personas mirando... Como no podía ser de otra manera, el amigo se metió un «sartenazo» delante de todo el mundo que nos dejó a todos los asistentes sin habla… No sé si por orgullo, o porque era de goma, se levantó como si fuese un muelle y sonrió saludando con la mano al populacho… De vez en cuando me acuerdo y no puedo dejar de reírme.
Sin duda la comunicación de aquella carrera dio pie a otros eventos similares en todo el mundo, quizá el Cerro Abajo de Valparaíso (Chile) sea el más famoso. Y en todos la cercanía del espectador y la espectacularidad ha sido la clave del éxito.
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En nuestro país también tenemos desde hace años varias carreras donde tirarse por las calles abajo, Barcelona, Vigo, Sarria, Bilbao, Navacerrada, Orense, etc., son ejemplos de ello, donde los corredores se juntan para disfrutar de un sitio diferente para montar en bici y, al no pertenecer a ningún campeonato, se vive de una manera más relajada. Está claro que todo el mundo quiere ganar, pero también hay otras cosas, el ambiente es más distendido y el contacto con la gente que te anima o te pregunta cosas al ver por primera vez a alguien volando por encima de un coche o bajando escaleras empalmando de tramo a tramo.
Las cafeterías rebosan gente que entra y sale, mezclándose cascos y protecciones con coca colas y bocatas de calamares. Una alegría especial se respira entre los lugareños que, no solo ven la carrera como un espectáculo, sino como una fuente de ingresos para sus negocios.
La diversidad de la fauna es total, te puedes encontrar a primera hora de la mañana, cuando son los primeros entrenamientos, con los que todavía no se han acostado y celebran tu paso como si animasen al DJ del garito que les acaba de echar, o al señor Emeterio, perfectamente peinado y vestido de domingo y camino a misa, que se coloca en una valla para ver pasar a los riders como si estuviese viendo una película de ciencia ficción. Son situaciones que tan sólo se producen en estas carreras urbanas.
Tengo especial cariño a dos carreras de este tipo, Sarria y O Marisquiño. La primera, que se celebra cada mes de pasado julio, es digna de que le den el premio de las bellas artes. No creo que haya algo similar en todo el mundo. Es un circuito que se caracteriza por el número de obstáculos hechos a mano en madera, pasarelas, cortados, dobles y hasta un dragon khan que sube y baja a la vez que gira de derecha a izquierdas, un auténtico trabajo de chinos y que para los que corremos, bajar por el circuito es como pasar un día en el parque de atracciones.
Todo el pueblo se vuelca con el evento y la organización contrata una empresa que retransmite en directo toda la carrera, pudiendo ver a cada corredor a través de una pantalla gigante situada en el final del circuito y en streaming para todos aquellos que quieran verlo desde su dispositivo móvil. Además cuentan con un camión pódium al más puro estilo Tour de Francia, vamos, algo que recomiendo al 100%.
Y la otra es la carrera del O Marisquiño, un descenso urbano que forma parte de todo un evento gigante que se da cita en Vigo a mediados de agosto y donde se congregan competiciones del más alto nivel mundial de dirt jump, BMX ramp, BMX flat, skate, break dance, FMX..., entre otros deportes urbanos, un auténtico festival de masas que inundan la ciudad de Vigo a todas horas y donde ponerse al día de las tendencias del momento.
La carrera que se celebró este año partió del barrio del Castro y fue serpenteando por diferentes calles y plazas hasta llegar al puerto, corazón del evento. Se tienen que cortar varias calles al tráfico cada vez que hacemos una manga, ya sea de entrenamientos como de carrera, pasando por los sitios más emblemáticos de la ciudad. Las vistas de la bahía de Vigo que hay desde la salida son impresionantes, pudiendo divisar hasta las Islas Cíes.
Esta edición ha sido si cabe la de mayor éxito, el publico abarrotó las calles y atrajo a nuevos corredores que, pese a la primera impresión que pueden dar los obstáculos y lo duro que está el suelo, fueron cogiendo confianza y finalmente lo disfrutaron como los más veteranos. El más joven en probar esta disciplina fue Isaac Zamora que, pese a sus 9 años, no quiso perderse la oportunidad de bajar ante tantísima gente y con un permiso especial concedido por la organización para abrir carrera. Isaac levantó los gritos de todos los que allí estuvieron al ver como saltaba cada uno de los obstáculos del recorrido, luciéndose especialmente en el salto final de más de 6 metros de largo.
Me encanta esta carrera, la mezcla de deportistas de varias disciplinas la hace especial y el ambiente veraniego que se respira es de esos que te dejan poso.
Sí, soy gallega y sí, ambas carreras están en mi tierra... y aunque parezca una campaña de publicidad y yo embajadora de la Xunta, ni una cosa ni la otra, las carreras de verano son divertidas y diferentes donde seguro te gustaría participar o disfrutar del espectáculo… Ah, además se come un pulpo con cachelos que no te lo comes en otro lado... Esto sí es publicidad.
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